8 de octubre
En 1965 subió por primera vez al escenario del Cosquín. Ella, “La Marta”, que comenzó enseñando danzas nativas y que se animó a cantar por primera vez en la escuela para interpretar el himno. Ella, con nada más que su bombo, se ganó los aplausos de todos, en un antes y un después que marcó un hecho histórico, cultural y político. Ella es Mercedes Sosa, y lo que no sabía es que con este paso abriría la puerta para miles de mujeres en los escenarios.
Hija de una empleada doméstica y un obrero de la industria azucarera, la “Negra” revolucionó la música popular argentina. Junto a su marido, el músico Oscar Matus, y el poeta Armando Tejada Gómez en la época de los 60’ fundaron el Movimiento del Nuevo Cancionero, una corriente que ponía el acento en la vida del argentino y que renovó el género por completo.
“Era necesario hacer una nueva poesía, que hable del problema de la pobreza de los hombres, de la ingratitud que tiene alguna gente con la gente trabajadora”, decía Mercedes. Este trasfondo social se reflejó en trabajos como “Canciones con fundamento”, “Yo no canto por cantar”, “Homenaje a Violeta Parra”, “Cantata sudamericana”, “Mercedes Sosa interpreta a Atahualpa Yupanqui” e incluso “Mujeres argentinas”, donde le canta a Juana Azurduy, la gringa chaqueña, Alfonsina Storni, Rosarito Vera, Dorotea Bazán, Manuela Pedraza, Guadalupe Cuenca y Mariquita Sánchez de Thompson.
Utilizó su música como un canal de denuncia, rebeldía y defensa de los derechos humanos. Prefería catalogarse como cantora antes que como cantante: “Si volviera a nacer sería Mercedes Sosa otra vez con todo el compromiso que significa ser Mercedes Sosa. Puedo ser una cantora nada más, digo cantora porque no me gusta decir ni cantante ni cancionista, una cantora del pueblo”, decía.
Y ella lo hacía: el compromiso lo tenía con su gente, con los pueblos originarios, con los trabajadores y con las mujeres. Esa búsqueda de la música como herramienta de conexión con nuestra cultura, las costumbres y la defensa de nuestros derechos, es lo que ella sigue llevando, incluso hasta el día de hoy.
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Cuando tenía 15 años, empujada por el entusiasmo de un grupo de amigas inseparables, Mercedes se animó a participar en un certamen radial organizado por LV12 de Tucumán oculta tras el seudónimo de Gladys Osorio, sin que familia supiera. Cantó “Triste estoy” de Margarita Palacios. Ganó el concurso, un contrato por dos meses de actuación en la emisora, y también el impulso para dedicar una vida de amor al folklore.
La ‘negra’ se convirtió en la Voz de América Latina. Admiraba a figuras como Atahualpa Yupanqui o Violeta Parra, a quienes cantaba mientras luchaba por la censura de la dictadura militar en nuestro país. Esta defensa del arte popular, del canto revolucionario y de la música como herramienta política devino en motor de inspiración para artistas de toda la región.
Entre ellas está Eugenia Mur, cantautora jujeña, docente, gestora cultural y feminista. Según recuerda a este medio, tuvo la bendición de compartir escenario con Mercedes, como parte del coro de SADAIC, y cantar con ella las estrofas de “Otoño en Mendoza”, el tema de Poncho Sosa. La imagen de esa noche quedó grabada en su memoria, y promete no irse nunca.
“No habíamos ensayado con ella, se sumaba directamente. Estábamos en el escenario, se abre una puerta y aparece su figura a lo lejos que se acerca. Todo el teatro se quedó sorprendido. Cuando subió cantó con nosotros y generó esa energía especial”, cuenta. Para ella representó ver en vivo a la persona que marcó su identidad como artista: “Mercedes cantaba por la liberación del pueblo, visibilizando todas las injusticias que pesaban en ese momento. Yo me reconozco cantora gracias a ella”.
Su contacto con el folklore está relacionado con sus raíces, la guitarreada familiar, una chispa que se crecía cada vez que escuchaba a su abuelo tocar la quena o el pincullo. Fue a los 14 años cuando empezó a profesionalizar esa pasión para estudiar arte en diferentes escuelas, que continuó luego en la Universidad de Buenos Aires (UBA). “Fue la carrera que me permitió darme cuenta de un montón de problemáticas dentro de lo que es el campo de la música popular, entonces necesité empezar a buscar mi lugar. Volví a Jujuy y empecé a escribir mis primeras canciones, que tenían una identidad andina muy fuerte, que estuvo presente durante mucho tiempo en el árbol genealógico de mi familia”, explica.
En 2015 se animó a dar a conocer sus primeras composiciones. No fue fácil, y no estuvo sola: se unió a Mujertrova, Movimiento de Mujeres Trovadoras de Argentina, que le abrió las puertas a un mundo hasta entonces desconocido: “Empecé a abrazar acciones y decisiones que antes pertenecían a los hombres, a independizarme, elegir mi repertorio. A partir de ahí empecé a formar parte de un montón de colectivas de música; hoy en día mis mayores personas admiradas son amigas”, detalla. Esta experiencia la impulsó a crear su primer disco un año después, “Tallmakuy”, donde habla de la “mujer creadora, de nosotras, y al mismo tiempo de las luchas populares”.
El tema “Hereje” lo lleva como insignia en su carta de presentación en redes. Según define, es una proclama, de que acá estamos luchando por nuestros derechos, por las infancias libres y compañeras trans: “Rompo lo binario, estructurado, lo que damos por sentado, pues los tiempos han cambiado”, canta.
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Pero el legado de Mercedes va más allá de solo folklore. Cual figura santa, su devoción se esparce por diversos géneros y estilos. Solo basta con recordar el último disco de la artista, “Cantora, un viaje íntimo”, donde reúne colaboraciones con nombres que quizá te suenen conocidos: Luis Alberto Spinetta, Shakira, Julieta Venegas, León Gieco y más, mientras que en la segunda versión contó con Gustavo Cerati, René Pérez, Marcela Morelo, Fito Páez, Charly García y más.
“Con este disco nos dice que ella canta para el pueblo, porque desde la identidad se empieza a construir, pero que hay que abrir esa voz a todos los lugares, géneros, estilos. Es un manifiesto en sí mismo para las nuevas generaciones”, analiza Mur.
La experiencia representó una llegada a nuevos horizontes para Mercedes, y un antes y un después para todos los artistas que colaboraron con ella. Entre ellos estuvo Residente, quien interpretó con ella “Canción para un niño en la calle”. “Mercedes Sosa fue una mujer que se atrevió a hablar como ningún hombre pudo. Su voz es tan real como las necesidades latinoamericanas”, dijo. De hecho, tal fue la influencia que tuvo Mercedes en René que el tema “Latinoamérica”, de Calle 13, estuvo inspirado en la ‘negra’.
“Pobre del que ha olvidado que hay un niño en la calle,
Que hay millones de niños que viven en la calle
Y multitud de niños que crecen en la calle.
Yo los veo apretando su corazón pequeño,
Mirándonos a todas con fábula en los ojos”.
– ‘Canción para un niño en la calle’
Pasan los años, y esa letra nos sigue golpeando de cerca, nos interpela a abrir los ojos y mirar la desigualdad social, económica y estructural que nos rodea. Esas líneas, también, fueron las que movilizaron a Juana Passeri, rapera marplatense de 20 años, que la define como su canción favorita de la ‘negra’: “Al principio no sabía por qué y hoy todo me cierra, hoy encuentro ese por qué. Era la combinación perfecta, la voz que te atraviesa el alma de Mercedes, el rap de René, la carga que tiene esa canción, lo que dice, me volaba (y me vuela) la cabeza, fue un antes y un después escuchar esa canción”, revela.
Cuando sube al escenario ella se llama Shitstem. No es casualidad: su nombre es un juego de palabras entre shit (en inglés mierda) tem (sistema). En resumen: sistema de mierda. Y nada mejor que el hip hop para expresar la ebullición que estalla adentro y que necesitaba darle voz: “Me apasionó por completo y encontré un lugar donde poder expresarme y gritar todas esas injusticias que yo venía cargando y pensando desde que era muy chica”, dice la artista a este medio.
Es que el hip hop siempre estuvo en su casa: desde Orishas, un poco Ojos de Brujo, otro poco de Gabriel o Pensador. Cuando creció, se encontró con el boom de las batallas de freestyle que “se consumían bocha”, sumado a que varios de sus amigos de la escuela también rapeaban. Fue el libro “Generación hip hop” el que representó un “momento bisagra” en su vida: “A partir de ahí empecé a investigar y leer y ver acerca del género, su historia y su cultura, y desde ahí no paré. El hip hop en sus inicios siempre era contestatario o queriendo generar conciencia, visibilizar problemáticas, y creo que eso es lo que más me llamó la atención y lo que hoy en día busco hacer, si en alguna de mis canciones no bajo data aunque sea en una estrofa, siento que no estoy cumpliendo con mi papel de rapera”, cuenta.
El “Arte Innato” y como herramienta de expresión política: eso fue lo que le enseñó su familia. Romina, su mamá, es fotógrafa, militante y parte del Centro Cultural América Libre, un espacio de “cultura popular, autogestiva y participativa”. Ahí Juana conoció de primera mano las asambleas, las marchas, encuentros sobre diferentes problemáticas sociales. Facundo, su papá, es baterista, profesor y director de un instituto de música. “En la parte de adelante la escuela, en el fondo del patio trasero, mi casa. Siempre estuve rodeada de música”, dice. Por ende, Juana creció entre ensayos, guitarras, pruebas de sonido: “Solía quedarme dormida en las butacas, dentro de alguna funda de la batería”, recuerda. Ese bagaje se transformó en su forma de vida: empezó a incursionar en diferentes instrumentos como piano, guitarra y a desarrollar su carrera como solista; de hecho, su padre hoy es su productor y percusionista: “Desde chica comencé a pensar que yo quería vivir de eso, del arte, en cualquiera de sus expresiones”.
Estas ideas son las que lleva adelante en sus temas como “Mi nombre lo dice”, “Cagón”, donde le canta al empoderamiento femenino, a la injusticia social, identidad, racismo, represión, educación pública y el arte como resistencia al poder. Cada marcha en reclamo por boleto estudiantil, la represión que sufrió en carne propia su familia en las movilizaciones, todo se plasma en sus letras, con una combinación del rap con folklore, tango, candombe. También en “Luro Mitre”, donde le hace homenaje a una de sus grandes referentes:
“No estoy todo el tiempo escuchando rap,
escucho más a la negra Sosa que a Tupac”
-‘Luro y Mitre’
La primera vez que se subió al escenario, recuerda, fue a los 5 años para tocar “Haciendo cola para nacer” de Divididos en el bombo leguero con su papá. Ese fue su primer acercamiento al folklore, que se potenció cuando conoció a Mercedes. “Me flasheaba mucho con el amor que la trataban todes les artistas que cantaban con ella, y además escucharla hablar me transmitía mucha paz, y escucharla cantar siempre me llegaba a lo más profundo de mi, cante lo que cante”, expresa. Detrás de ella encontró una historia de lucha, de ir en contra de lo establecido, contra la censura y los regímenes autoritarios de poder: “Ahí comencé a admirarla aún más. Siempre la vi como una mujer super fuerte, luchadora y aun así con una sensibilidad y una dulzura muy grande”.
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Es que ese espíritu combativo es un sentimiento colectivo de cientos de mujeres que buscan frenar los prejuicios machistas y proponer otro tipo de canciones inclusivas y para todes. La música, como cualquier tipo de expresión artística, no se queda afuera de los cambios sociales y la revolución de miles de mujeres y disidencias de todo el mundo.
En el caso del folklore, se da en las zambas y chacareras. ¿Cómo pensarlo en clave de perspectiva de género? “El feminismo y folklore parecería ser palabras muy distantes y no lo son”, advierte Mur y sigue: “Cuando empecé a reconocerme como feminista automáticamente cerré mis puertas al folklore porque sentía que era el espacio menos feminista, muy tradicionalistas, con muchas normas opresivas, naturalizadas. Pero luego me di cuenta de que estaba colmado de canciones folclóricas compuesta por mujeres, y esa fue la mejor invitación para quedarme ahí para siempre”.
Esta violencia refiere a las composiciones, en las costumbres, al machismo en todos los frentes. Según resaltó a Revista Cítrica “Mujeres del Folklore”, la agrupación transfeminista compuesta por músicas, cantoras, percusionistas, bailarinas, maquilladoras, escenógrafas, «en casi todas las letras de la música folklórica tradicional nuestro rol es de sumisión, o se refuerza la visión de lo binario y heterosexual como única forma de reconocernos».
Si de mujeres fuertes se trata, en el caso de Shitstem fue su mamá quien la acercó por primera vez al feminismo. “Ella es la que lee y me cuenta acerca de la autora que está leyendo, ella es la que me recomienda artistas feministas, ella es la que me avisa cuando hay una marcha, con la que muchas veces voy a esas marchas, la que me cuenta sus vivencias y cómo el feminismo le dio vuelta la cabeza y a mi eso me atraviesa mucho”, expresa.
Es que si todo cambia, que yo cambie no es extraño, decía Mercedes. Los tiempos son otros, y el movimiento de mujeres llegó para revolucionar todo, incluso en la escena musical urbana. En esta nota te contamos cómo se vive este estallido en el trap y en el rap, y la falta de visibilización que todavía enfrentan las pibas en la industria musical.
¿De qué manera se combina el feminismo con el hip hop? “A mi el feminismo me hizo entender bocha de cosas, no solo de mi vida, si no también la de muchas otras mujeres. Cuando comencé a adentrarme en la cultura del hip hop comencé a notar que estaba repleto de varones, que las mujeres aparecen muy pocas veces y no creo que haya sido porque no existieron, si no porque nunca las nombran”, dice.
En su tema “Wachas” reza: “Me dijiste que no, que no podía. Me dijiste que pa esto no servía, me dijiste que era débil para esto, los veo confundido y es que no la cachan, que ahora el hip hop también es de las wachas”. Shitstem analiza: “Las que rapeaban no se animaban a hacerlo tal vez por presión social, o que las que lo hacían no tenían tanta repercusión, y yo creo que es mucho más difícil para la mujer adentrarse en el rap, porque muchas veces vas a tener que fumarte estar sola, rodeada de machitos rapeando cosas súper machistas, y siento que de a poco, gracias al feminismo, eso está cambiando”.
De hecho, la ‘negra’ fue por mucho tiempo la única mujer que ganó el Premio Gardel en toda la historia, a la que se sumó Marilina Bertoldi el año pasado. Es que poco a poco esto está cambiando: a partir de la investigación de Ruidosa, en 2019 también se aprobó la Ley de Cupo Femenino en los Escenarios, que lleva el nombre de Mercedes Sosa.
“Siento que lo estamos colmando de todos los lugares, que cada vez hay más repertorios folclóricos feministas, que las estructuras que habían en las peñas se están rompiendo. El feminismo abre puertas y empecé a escribir coplas feministas que se propagaron un montón, porque empezaron a querer ser cantadas, en las calles, en las marchas. Poco a poco las coplas picarescas, que suelen ser muy machistas, se están transformando en coplas con un fuerte contenido que dice un montón, y que empieza a tener todo más sentido”, analiza la artista. Justamente, Mur participó de la última edición de “La peña de las pibas”, organizado por Verónica Marjbein, Yoli Campos y Magalí Juares, un espacio de “visibilización para las mujeres artistas”.
Estas ideas son las que Shitstem lleva también como bandera, desde su camino como artista independiente rapeando sus letras, produciendo sus canciones. Claro, con la negra como guía. Como resume: “Cuando escucho a Mercedes siento que estoy en mi casa, en paz y con el calor del hogar”.
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Es que Mercedes Sosa siempre estuvo del lado de las pibas. Incluso, según el libro “Mercedes Sosa, La Negra” de Rodolfo Braceli, la cantante se declaró a favor del aborto legal, seguro y gratuito en Argentina. “Mi abuela estaría luchando como siempre, y también por los derechos de la mujer”, decía a Télam Araceli Matus, nieta de Mercedes Sosa.
Desde su partida, se realizaron diferentes homenajes de reconocimiento y agradecimiento en todo el mundo. Parques, plazas y bosques. Calles, escenarios y festivales. Bibliotecas, Escuelas, Centros de salud y Centros culturales de todo el mundo llevan su nombre. Incluso, el próximo 15 de noviembre se realizará el IX Festival de Arte Popular «Mercedes Sosa», impulsado desde el Centro de Estudios de Formación Marxista (Cefma) y con el apoyo de Fundación Mercedes Sosa, que reunirá música, teatro y charlas de manera virtual.
Es difícil poner en palabras lo que dejó la ‘negra’, y no alcanzaría esta nota para hacerlo. Para las artistas, tanto en folklore, en el rap como en todos los géneros ella fue una mujer histórica de nuestro país. Shitstem expresa: “Creo que lo que hizo Mercedes, por lo menos a mi parecer o lo que ella me trasmite, fue creer en les jóvenes y enseñar a no callarnos a pesar de que quieran hacerlo”.
Incluso, tal vez sea tiempo para irrumpir la escena y crear un nuevo cancionero folclórico. Así lo propone Mur: “Que sea inclusivo, que incluya nuestras canciones feministas, nuestra mirada de las cosas, con perspectiva de género, la mirada de la mujer como alguien que crea, no como musa. Que no hable solo de montañas y cholita, que son parte de nuestra identidad, sino también de las problemáticas de la cholita, profundizar la emoción”.
Música como herramienta de unión y lucha. No hay un legado más fuerte que ese.
Fuente: Filo News.