1 de junio
Yo estaba en el pre-escolar intentando dilucidar qué mierda pasaba conmigo (sí, claro que soy hija del menemato y la ley federal de educación). No entendía muy bien por qué me decían que era un nene si no me sentía así, pero lo que sí empezaba a entender es que si hacía lo que los adultos decían entonces me pegaban menos. Pero eso se volvió imposible cuando la vi. Entonces ya no hubo vuelta atrás.
¿Hada? ¿Esfinge? ¿Sirena? ¿Qué bestia fantástica era aquella mujer alta hasta el cielo y con los rulos hasta el suelo? Los noticieros contaban que murió a la edad de Cristo la estrella del teatro de revista Cris Miró. El viaje del héroe popular no puede terminar de otra forma, más que de esa, claro; la fatídica muerte joven. Entonces para mi Cris Miró significaba la posibilidad. Yo podía ser ella. Yo podía ser. Y hasta llegar a la tele. Pero ante todo podía ser ella por un corto período de tiempo, porque las travestis como Cris mueren jóvenes, alejadas de la pantalla y con problemas de salud de los que no se puede hablar claramente.
Su carrera fue fugaz y plagada de éxitos y conquistas. Enamoró a los espectadores de los teatros y a los televisores argentinos, que como buenos machos saqueadores la exprimieron de las formas más cruentas.
Hay quienes hablan de ella como misteriosa, reservada. Y otros tantos que recrean anécdotas de una Cris abiertamente tierna, unas veces entregada, otras veces dura como el mármol. Entre otros idílicos relacionados a la actriz, más de una lengua se ha enredado en el amor prohibido de Diego Armando por la icónica Miró.
La shippeamos con el Diegote, la sentamos en la mesa de Mirtha, la vimos desnuda, angelada, inalcanzable. La deseamos solapada y abiertamente, y la incineramos en la hoguera del transodio y el VIH/sida en los 90’. La novia travesti de los argentinos. La inigualable. La Yegua. La real ‘que mujer’. Cris Miró
A través de las voces de travestis y trans, reconstruimos el legado de la novia de Argentina, la Jennifer Aniston de las travestis, la siempre nuestra, Cris.
Vida, arte y muerte de la novia travesti
“Lo que sí recuerdo en primera instancia es cuando murió” dice la artista y comunicadora santafesina Querelle Delage. “Yo estaba en un programa en el que tenía un espacio. Leí un texto y me largué a llorar al aire”.
“Ella era muy impactante porque no teníamos en Argentina una figura que nos conmueva así con su aparición. Su carisma, su belleza, su forma de ser. Si existía alguna mediática antes que ella, lo hizo de una forma más marginal por decirlo de alguna manera. Era siempre en un tono de burla, tristemente, porque parece que te tiene que instalar el mainstream, para que no se burlen de vos” comienza disparando la actriz mientras teje recuerdos sobre la Gran Mujer Argentina.
La artista además arriesga una teoría sobre por qué se instala a Cris de esa manera, que tuvo que ver con lo argentino, con la argentinidad. “Cuando apareció Bibi Andersen -actriz, cantante, modelo y presentadora trans española- en las películas de Almodóvar fue un shock. Como un ‘se puede, se puede ser como ellas, hermosas’, poder mutar. Ellas fueron faros, transfaros, travasfaros. Son las que te habilitan en el deseo de la concreción. Hay que encontrar la tecnología al servicio de la cuerpa. Qué hacer, cómo hacer, qué ponerse, qué sacarse, cómo reinventarse. Cómo lookearse, montarse y desmontarse, construirse y reconstruirse, todo eso. Eso fue Cris. Tener a alguien argentina. No nacionalista con la escarapela trava en el pezón, sino decir acá en Argentina tambien se puede”.
Lu Pandora, travesti, tiene 34 años y es nacida en la provincia de San Luis, donde los brillos de la Miró también fueron semilla. “Yo creo que tenía 10 años cuando murió Cris. 12. Me acuerdo la época en la que fue furor en la tele, mitad de los 90’. Me acuerdo el pelo. Ese pelo enrulado negro y esos ojos hipnoticos”.
Primer acercamiento a la travestidad
Para las infancias del momento, como afirman Querelle y Belén, Cris fue el primer acercamiento a la travestidad, lo que se confirma en el relato de Lu. “En mi casa veíamos tele, familia tradicional, católica. Veíamos mucho a Gasalla. Me acuerdo a veces que mi viejo, no sé si con Cris o con Flor, tiraba “chistes” muy hirientes pero cuando me quedaba sola con mamá y ella aparecía dos o tres veces ahí o en las noticias no había un juicio de valor. Cris en mi infancia abrió también varios paraguas de varias travas que se hicieron mediáticas. Me acuerdo de Mariela Muñoz, esta trava que adoptó un montonazo de hijes. Y ahí sí me acuerdo el juicio de valor, como ‘esto está bien, por lo menos ella es madre e hizo algo con el corazón’ era el comentario en casa. Y me pasó, como algunas compas, de ir recabando datos de Cris más en la adolescencia y en la adultez. Preguntarme cómo fue que murió, en qué momento murió y eso fue abriendo más posibilidades de cómo vivió. Vas viendo videos de ella ahora y te vas acordando de un montón de cosas, de saber que había algo magnético en ella. Tengo recuerdos vívidos del contacto con lo femenino en la infancia y pienso que inconscientemente el hecho de verla a Cris toda así fantástica ha incidido en esas épocas”.
Lu señala en su propia historia un punto fundamental de la figura de Cris, el deseo negado del macho argentino. “Recuerdo que mi viejo estaba muy erotizado con Cris. Recuerdo el comentario ‘es una mina’ como convalidándola con el título de mujer”.
El otro espejo
María Belén Correa es la directora y fundadora del Archivo de la Memoria Trans. Al respecto del impacto de Cris Miró en la cultura trans argentina Belén toca varios puntos en común con Querelle. Belén relata que las compañeras mayores de ese tiempo no se sentían representadas porque no tenía pechos y entonces no era considerada ni siquiera como una chica trans, o lo que se decía en ese tiempo travesti. “Tenías que tener silicona y calabozo para ser considerada una”.
Cris, influyó de diferente manera dependiendo la generación de las compañeras. En cambio para las pequeñas niñeces del momento “simbolizó el ícono a llegar, a poder ser, el poder encontrarse y poder ser todo lo opuesto a como éramos vistas las activistas porque éramos las locas, las que nos encadenábamos, las que nos enfrentamos a la policía y eso era la otra mirada y poder decir ‘yo no quiero ser eso’. Fue tener ese otro espejo y poder decir quiero ser como Cris o como Flor de la V. Pero no todas queremos ser vedettes, no todas queremos ser peluqueras, no todas queremos ser cantantes, Son distintos proyectos, Pero en aquel tiempo que no había ningún proyecto, por supuesto fueron faros.
En términos artísticos Cris es reivindicación y también continuidad de un acervo truncado por el proceso dictatorial. “En el medio se la consideraba como un actor, era como un actor transformista, por eso podría haber tenido esa entrada. El último fenómeno como ella fue Evelyn, que era a quien le correspondía el personaje que la censura no le permitió hacer la película “Mi Novia El”. La censura no permitió que estuviera ni la palabra travesti, ni que Evelyn hiciera el personaje que terminó haciendo Susana Gimenez con Olmedo. Evelyn terminó yéndose con la dictadura, escapando con Libertad Le Blanc. A partir de ahí hubo un vacío artístico. La dictadura barrió con todas las que eran conocidas. Evelyn en ese momento estaba en calle Corrientes con Chico Novarro, Estela Raval y Ethel Rojo”.
Sin tetas no hay paraíso
La activista también se detiene en un punto no menor: Cris era un símbolo sexual, que fundamentalmente fracturaba el binarismo imperante en el momento. “Vino a ocupar en la parte artística lo que en ese momento se llamaba ‘el hombre mujer’ del teatro en aquel tiempo. Fue la androginia la que le dio la apertura para ser considerada una artista, pero siempre pensada como un actor. Después, cuando la presentan como atracción, le ponen un nombre nuevo y ahí comienza a ser Cris Miró. El binarismo hizo que fuera obligada a ponerse las tetas en los últimos años de su carrera porque no era posible que la persona más sexy fuera alguien que no tuviera tetas para el inconsciente colectivo masculino argentino”, dice Belén.
Uno de los costos de la construcción de esa carrera meteórica, fue el de la participación política. “Cuando se va de las manos de su primer productor, no le permitían hacer un montón de cosas, como exponer una posición política o militante. En la primera nota que hicimos como ATTTA (Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénero de la Argentina) en el 94 o 95, Crónica quería hacer una nota que se llamara ‘Las aplaudidas y las mal miradas’, en la que iba a estar Cris y Pía (Baudracco) y yo como las mal miradas por ser activistas en ese tiempo. Pero no se lo permitió su productor”.
Actualmente se trabaja en un proyecto que lleve a las pantallas la vida de la fugaz Cris. Entre tanto continúa viva, en cada memoria travesti. Entre la fantasía, los sueños y la nostalgia de ser esa hembra. Una de ellas. Las mil Cris Miró.
Fuente: agenciapresentes.org