17 de febrero
La cantora, compositora y antropóloga mexicana Lila Downs tiene un tópico predilecto para interpretar y escribir su música: la identidad. Un concepto central para entender y abordar su vasta obra, que incluye quince discos en veinticinco años de carrera musical. Nacida y criada tanto en el estado mexicano de Oaxaca como en el estado de Minnesota, Estados Unidos, Lila Downs es hija de una mujer indígena mixteca y un padre angloamericano. De este modo, también se entiende la mixtura cultural que se refleja en su música, que admite desde rancheras, cumbias, corridos y boleros hasta canciones teñidas de blues, jazz, reggae y hip hop.
“Estoy en Oaxaca, en mi provincia, en el sur de México”, le dice a Página/12 a través de una videollamada, apenas unas horas antes de aterrizar en Buenos Aires. “Volví hace unos ocho años a mi tierra, en parte porque mi marido sufría del malestar del corazón y también porque tengo a mis dos hijos pequeños. Y es más sano estar cerca del campo”, explica.
“Estar de nuevo aquí, en mi cultura, es siempre emocionante. Aunque fue difícil, porque habíamos vivido diez años en Nueva York. Íbamos y veníamos entre la Ciudad de México y Nueva York. Pero ya estoy adaptada. Son buenos lo cambios”, completa la artista mexicana, ganadora de cinco Latin Grammy. En el marco de la gira Dos Corazones Tour, Downs se presentará el sábado 18 en Cosquín Rock y el lunes 20 a las 21 en el teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125). Además, el 22 de febrero estará en Neuquén y el 25 en Rosario junto a La Delio Valdez. “Estoy muy contenta de estar, voy a llevar a los niños conmigo. Y la verdad es que son pocas fechas las que tenemos, pero estamos felices de estar ahí. Siempre hace mucho bien viajar y conocer lugares lejanos”, resalta.
El concierto del lunes en el Coliseo tendrá un “repertorio especial” y recorrerá varias de las canciones que integran su nuevo disco en vivo, Desde Bellas Artes México, publicado en 2022 por Sony. Entre las sorpresas, se espera la participación de León Gieco, con quién grabó a dúo la canción “Soles y Flores”, incluida en el último disco del cantautor santafesino, El hombrecito del mar (2022). “Fue una belleza hacer esa pieza con él. Es una persona con tanto sentimiento y profundidad en sus versos”, destaca la mexicana. “Me encantó el tema y me va a encantar estar con él en el Coliseo. Eso va a ser un aliento para mi corazón en estos momentos”, dice.
«Agradezco a este excelso recinto por recibir los sonidos de nuestro México en su diversidad y esplendor. Es una celebración poder cantar ante el público de Bellas Artes, máximo emblema del arte de mi país amado, México”, sostuvo la mexicana sobre sus dos presentaciones en marzo de 2022 en el Palacio de Bellas Artes, uno de los recintos más importantes de México. Fueron dos noches que quedaron grabadas y ahora se dan a conocer en Desde Bellas Artes México, un disco con el que la artista le vuelve a rendir tributo a las mujeres mexicanas. Bajo la dirección musical del compositor, arreglista y músico Paul Cohen –pareja de Downs, fallecido en diciembre de 2022-, el disco incluye temas inéditos como “Espina”, “Toda la noche”, “Mandimbo”; una canción en inglés, “Mirror”; y una canción de su autoría interpretada en mixteco-español, “Semilla de piedra”. Y junto a los Niños Cantores del Faro de Oriente entrega el tema “Tirineni Tsisiki” en lengua indígena purépecha.
Además de repasar clásicos de su repertorio, como “La cumbia del mole”, “Zapata se queda”, “La llorona”, “Urge”, “Naila”, “Mezcalito” y “Paloma negra”, el disco fue una oportunidad para cantar junto a colegas que admira. En “La martiniana”, otro de sus clásicos, se suma la cantautora mexicana Natalia Lafourcade, una de las voces más resonantes de la actualidad latinoamericana. “Pensé en su manera de cantar. Es como una voz más pequeña intencionalmente y dirigida”, resalta. “Porque es un canto que es como que te lo estoy susurrando en el oído: ‘niña, cuando yo muera, no llores sobre mi tumba’. Y me imagino a la difunta diciéndomelo”, completa Downs. Y el otro invitado es el tenor veracruzano Javier Camarena en “Cucurrucucú Paloma”. “Javier es una persona tan sencilla y con una energía tan linda y ligera. Muchas veces los operistas vienen de un mundo en el que están muy protegidos, pero él es una persona muy dulce y sencilla. Y además es un regalo escuchar su voz, es una maravilla”.
-¿Por qué es tan importante el Palacio de Bellas Artes de México y cómo se dio la posibilidad de grabar un disco ahí?
-Hace más de diez años buscábamos hacer un concierto ahí. Y no sé cómo será en Argentina, pero supongo que será difícil también tocar en el teatro Colón. Son de los grandes cánones de la música clásica estos recintos, son un poco sagrados. Yo venía de la música clásica, fue mi primera educación musical. Estudié canto en Bellas Artes de mi tierra, de Oaxaca. Cantaba ópera, un poco de Vivaldi, con la orquesta de cámara. Entonces, tocar en Bellas Artes ha sido volver un poco a mi raíz, que de pronto rechacé. Porque yo decidí crear mi propio concepto poco a poco, no llegó de la nada. Tuvo mucho que ver una artista argentina mi cambio de dirección. Cuando escuché la canción de Violeta Parra «Gracias a la vida» cantada por Mercedes Sosa, mientras estaba haciendo mi tesis de antropología social, me cambió la vida. Y dije: «Yo sé que puedo volver a la música y hacerlo con convicción». Entonces, pues todo eso, todo el camino, la vuelta pero de otra manera. Es bien emotivo tocar ahí. Mi marido también ayudó mucho, porque fue el productor y la persona que planeó varias de las cosas. Es todo un reto tocar en un lugar así porque es muy burocrático. Un teatro así es regido por veintiún sindicatos diferentes, entonces todo hay que acordarlo.
-Solo las cantoras mexicanas Chavela Vargas y Lola Beltrán tocaron en el Palacio de Bellas Artes…
-Pues sí, eso lo sufrimos en todo Latinoamérica. Una mujer que piensa a veces puede ser problemático (se ríe). Recuerdo que cuando yo empezaba a cantar una vez tuve un encuentro con la Policía y yo les preguntaba: «No, pero ¿por qué están aquí?». Y mis compañeros oaxaqueños me decían que me calle. «Aquí las mujeres no opinan, aquí es un área de hombres», decían. Sigue esa situación, es algo complejo y difícil de erradicar. Pero poco a poco lo vamos cambiando.
-¿Y cómo armaste el repertorio para este concierto tan especial?
-Me tardé un rato, como unos seis meses. Primero empecé a poner un repertorio de los hits de Lila a través de 25 años. Y luego dije: «¿No? ¿Qué hago?». ¡Hay que escoger las cosas cercanas a ti en este momento! También está lo representativo con respecto a la raíz indígena que me parece muy importante, pero también lo escogí en base a lo estético y a lo que me llega en el alma. Porque a veces uno hace música que tiene contenido, pero no te toca una fibra por dentro. Entonces, esa fue mi decisión. Por ejemplo, canté un tema (“Semilla de piedra») que compuse sobre la identidad, sobre la migración y el tener que salir de tu país para volver y enamorarte de él. Esa fue una experiencia muy importante para mí desde la niñez. Porque yo rechazaba mi México en una época de mi vida y ahora lo veo en mi hijo, en los jóvenes y lo veo en la gente que siempre está buscándose a sí misma de cierta forma pero en el rechazo. Y eso me da mucha tristeza porque sé que se sufre. “Semilla de piedra” está inspirada por los códices mixtecos, que son los manuscritos que sobrevivieron la Inquisición y en donde podemos ver las narrativas de diferentes personas históricas que son un poco dioses y un poco humanos.
-¿Y en qué fue inspirada «Espina», una de las inéditas?
-Es un tema un poco sensible para mí ahorita, porque es el que más describe mi dolor del corazón por la situación de tener que perder a mi pareja, Paul Cohen, mi coautor de 28 años. Entonces, es una espina verdadera para mí, pero siempre trato de buscar una manera de poner un elemento de mi entorno biológico. En la canción hablo del amaranto, que es un cereal que ahora comemos en todas partes de Latinoamérica, pero es un familiar del quelite, que amamos aquí en México, que es una yerbita que usamos ahora en ensaladas pero se hacía tradicionalmente en las sopas. Lo comían más que nada en las comunidades rurales e indígenas. Los españoles lo prohibieron por mucho tiempo al amaranto. Entonces, cuando tengo la oportunidad de meter algún tema así lo hago y a la vez narra la situación que he vivido en estos momentos muy difíciles.
-¿Y la música te permite transformar emociones?
-Claro, porque eso somos. Por eso somos artistas. En mi caso, era muy difícil conocerme a mí misma porque la parte emotiva es como un huracán enorme que no lo comprendo y no lo puedo dirigir. Solo sé que tengo esa energía, ese llorar, ese sufrir o esa alegría también. Y las canciones me ayudan a provocar la catarsis y a exponer lo que estoy pasando intelectualmente. Muchas veces pasan años y escucho un tema y entiendo algo. Es el misterio del arte, es una maravilla.
-¿Y “Mandimbo” es un árbol característico de Oaxaca?
-Sí, “Mandimbo” lo compuse por un árbol endémico de Oaxaca que se encuentra en el patio de cada casa. Sus hojas se pueden comer, también sus flores y vienen muchas ardillas. Tiene mucha vida ese árbol. El mandimbo fue una fuente de fuerza para mí durante la pandemia, por eso traté de ponerlo en un canto muy alegre. Quedó como un son de tierra caliente. Y después «Toda la noche» es un tema que en realidad empezó como para mi hija pequeña de seis años, pero el hermano se empezó a poner celoso; entonces le fui cambiando la letra para que se fuera adecuando a él y ahora que se fue el papá suena como que es para él. Es de esos temas mágicos que se convierten en lo que uno necesita.
-En tu música hablás mucho de las mujeres del campo que trabajan con el maíz, con el tejido o que muelen el mole. ¿Por qué te interesa poner tanto el foco en esas historias?
-Porque son la esencia de nuestras raíces y son las mujeres a las que debemos tanto. Hay una canción que canta Nina Simone, «Keeper Of The Flame», que es la persona que se maneja mucho en la mitología y en la modernidad, la persona que pasa el fogón a la siguiente generación. Y ellas son ese fogón, ellas mantienen viva la costumbre, la visión de los ancestros, la conexión con lo sagrado del maíz, con lo sagrado de la madre tierra, con lo sagrado de cómo se manifiesta la fiesta, lo profano y lo sagrado, las dos cosas. Y ellas están en ese constante vivir. Mi abuela fue una de ellas, mi madre también lo es aunque lo niegue. Es muy importante mirarlas de frente porque en este mundo globalizado y europeizado hemos tendido a marginalizarlas, invisibilizarlas y a ponerlas en las orillas de los mercados. Por eso ha sido mi misión componer canciones sobre esas personas tan importantes para mí, que son pilares de mi fuerza.
-Además componés y cantás en mixteco, el idioma que hablan tu madre y tu abuela. ¿También es importante para vos como artista rescatar o reivindicar los idiomas originarios?
-Claro, porque en parte mi madre no me lo quiso enseñar porque le daba vergüenza y tenía miedo que me discriminaran. Me hizo un poco de daño no enseñármelo. Pero ahora de adulta, que he tenido un cambio en mi vida, creo que va a ser posible hacer el estudio del idioma de una manera más concentrada. Ahora tendré el tiempo para estudiar más el mixteco.
-Decías que a tu madre le daba vergüenza hablar en mixteco, pero eso ha cambiado bastante en las nuevas generaciones, ¿Por qué creés que se dio esa reivindicación?
-Tiempo atrás hubo un trabajo de intelectuales que intentaron poner el foco ahí, pero no lo hicieron muy bien. Muchas veces fueron mestizos quienes consideraban que era importante también mantener a todos dentro de esa nación, pero al mismo tiempo es un trabajo que sí se venía haciendo para la independencia y la autonomía. La autonomía indígena se ha venido promoviendo de diferentes maneras. Por ejemplo, las radios hacen que las comunidades sean autónomas. Y en ese sentido estamos más adelantados a otros países latinoamericanos. Pero también sufrimos los mismos malestares de esta negación general que todavía existe. Sí, hay una reivindicación muy importante, pero también sigue habiendo una pérdida de los idiomas. Entonces, mientras podamos cantar, componer y escribir en los idiomas originarios es muy importante hacerlo para seguir educando sobre la importancia de esta diversidad hermosa que tenemos.
-En cuanto al disco en general, hay un equilibrio de ritmos y de temperamentos: hay melancolía y dramatismo («Urge») pero también alegría y baile («Tortolita» o «La cumbia del mole»), ¿Te interesa reflejar esos dos aspectos en tu música?
-Siempre expresar la realidad, tanto el festejo como la melancolía y la tristeza, es una parte esencial del ser latinoamericano y de la mexicanidad. Y en diferentes maneras: quizás en el mundo indígena se da de una manera un poco más dulce y en el mundo mestizo es un poco más bravío. Pero he visto que en los dos mundos se acepta todo este crisol de música y de expresiones que tienen que ver con nuestra historia. Eso es lo fascinante del pueblo de México y de Latinoamérica en general. Esos pueblos palpan, sienten, critican y conocen su música. Además, el folklore no se vende, es de boca en boca. No es algo vendible, te atrae porque tiene arte, te causa fuerza y te causa guerra. O te hace sentir algo profundo. Tenemos esa gran fortuna.
-Y en este sentido, ¿Cómo ves la actualidad de la canción folklórica latinoamericana en un contexto en el que la industria musical le da más promoción a otros estilos, como la música urbana?
-Creo que influye ahora más porque estamos de moda los latinos en las disqueras y en el comercio de la música. Pero hace falta difundirlo más, trabajarlo más. Ahora las disqueras quizás se interesan en buscar artistas que están con un pie en el lado comercial y el otro en su raíz. Y eso está muy bien. Está pasando en México, Argentina, Bolivia, Guatemala. Un ejemplo es la cantante y compositora guatemalteca Sara Curruchich, que está creando cosas con fusiones. Pero podría haber un poco más de apoyo de las disqueras. De todos modos, podemos existir en este mundo y ahora con internet tenemos acceso a muchas personas si somos creativos y manejamos bien nuestra carrera. Es un misterio, pero se trata de disciplina, perseverancia y talento.
Músicas para luchar
Uno de los rasgos más destacados de la cantautora y antropóloga mexicana es su compromiso social y su rol como activista de los derechos humanos. Sus letras, en ocasiones, denuncian la injusticia social, el maltrato al medio ambiente, la discriminación a los migrantes y rescata la figura de mujeres trabajadoras e indígenas de México y Latinoamérica. La cumbia «La patria madrina», por ejemplo, está dedicada a los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, en 2014. O en su disco Al Chile (2019), por caso, se despacha con una versión de «Clandestino», de Manu Chao, para solidarizarse con «los niños inmigrantes separados de sus padres al llegar a Estados Unidos por no tener papeles».
“Me parece que hay que componer muchas canciones sobre estas discriminaciones que siguen ocurriendo. Es algo que lo tengo muy presente”, resalta Downs. “Y también sobre ser mujer en este momento. Son temas que me parecen importantes. El disco que grabé hace unas semanas está muy centrado en mí misma y es la primera vez que lo hago de esa manera, más pensando en lo que voy viviendo como mujer y como persona independiente. Es alegre pero también es melancólico. Se va a llamar La Sánchez, que es el apellido de mi madre”, revela la artista sobre el nuevo disco de estudio que publicará este año. “Las mujeres no somos muy comprendidas aún, siento que todavía falta hacer traducciones dentro de la música y del arte para que las personas vayan comprendiendo nuestra visión, nuestra fuerza y nuestra gran compasión”, cierra.
Fuente: Página 12.