27 de junio
El común denominador de las demandas de los pueblos originarios reside en el «respeto a sus territorios ancestrales» y en estos tiempos de explotaciones económicas-empresariales de los recursos naturales de esas regiones representan, en gran parte, el «eje de la resistencia», según el antropólogo Fernando Miguel Pepe.
Desde 2010, Pepe coordinó 22 restituciones de ancestros de los pueblos selk´nam, tehuelche, mapuche, ranquel, qom, querandí, colla-atacameño, nivacle y aché. También trabajó con los wichí, yagan, diaguita, guaycurú, guaraní, huarpe, aymara y quechua. Es licenciado en Antropología, egresado de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata. En la actualidad, coordina el Área de Identificación y Restitución de Restos Humanos Indígenas y Protección de Sitios Sagrados, del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas.
«Las demandas, en general, pasan por el respeto a sus territorios ancestrales, en eso no se diferencian de los demás pueblos-nación originarias que resisten en nuestros territorios», apuntó.
Sobre el llamado «genocidio indígena» es sabido que alcanzó a todas las comunidades y como consecuencia de ello, «la mayoría de los pueblos quedaron acorralados en las fronteras. Los ejemplos más claros son las comunidades mapuche y tehuelche empujados hasta la zona cordillerana de los Andes a fuerza de balas, los nivaclé contra la frontera de Paraguay y el centro del país quedó casi sin comunidades y las pocas que resisten perdieron el territorio. Y ahora las comunidades de la Puna están en graves peligro por encontrarse en los salares de litio».
Sobre estos territorios, muchos de ellos que forman parte de la geografía jujeña, Fernando Pepe contó a la agencia Télam que «son tremendamente inhóspitos y olvidados, donde las comunidades pudieron resistir porque no tenían valor económico hasta hace muy poco tiempo y ahora son codiciados por los mayores poderes económicos del planeta. A Bolivia le costó un golpe militar por su defensa de estos recursos, por eso, considero que el problema es superlativo».
Frente a esta situación coyuntural, surge que en los pueblos originarios del NOA «hay muchas comunidades con cosmovisiones diferentes, allí en la puna donde están los salares de litio, pero siempre está por delante con el respeto por la naturaleza y los seres que la habitan. La defensa del medio ambiente y sobre todo sobre sus ancestros que son los custodios de los territorios».
Sobre el rol de los pueblos en estos días de convulsión política, social e institucional en la provincia de Jujuy, para Pepe sucede que «justamente la no consulta a las comunidades es una de las principales razones de las luchas actuales. Las y los comuneros saben que están en riesgo por el valor económico que representan actualmente sus territorios y del peligro de que sus aguas se vean contaminadas».
«Por eso el estado de alerta y movilización general, no se los consultó, ni al día de hoy saben bien qué es lo que se aprobó en la nueva Constitución y sus implicancias. Fue todo muy rápido, sin consulta y con represión. Un combo explosivo. Lamentablemente pareciera que reprimir a los más débiles, indígenas y maestras en este caso, da rédito electoral y ya lo vimos en 2017 con la represión al pueblo mapuche».
«Los descendientes directos de las víctimas del genocidio indígenas de fines del siglo XIX sufren sus secuelas aún hoy. Entre las principales secuelas se observa a las económicas al ser despojados de sus territorios ancestrales o las sociales al ser esclavizados en los principales ingenios del país y también las psicológicas derivadas de estas y apoyadas principalmente por el racismo inculcado en la sociedad por la élite de la generación del ’80. Han dejado profundas huellas en nuestras comunidades que todavía hay que sanar con una reparación histórica».
«En todas las comunidades, que resisten, en muchos casos en la pobreza extrema, se resiste principalmente al racismo estructural instaurado en la creación misma del Estado».
Fuente: Página12.