Política

Falleció la «abuela del pueblo Qom», Rosa Grilo, la última sobreviviente de la Masacre de Napalpí

5 de abril

Rosa en su testimonio filmado que se dio en su casa y ante la Fiscalía y con la participación de Juan Chico, el 27 de Noviembre de 2018 , recordó:

«….Yo era niña, pero no tan chica, por eso recuerdo. Cuando la reducción, mi abuelo cazaba cualquier bichito para rebuscarse…»

«. ….Es muy triste para mí porque mataron a mi papá y casi no me quiero acordar, porque me hace doler el corazón…»

» ….Un avión de arriba tiraba bolsas y caían al piso y ahí los mataban. Mi abuelo y mi mamá gritaban disparemos, disparemos…»

«…. No sé por qué mataron a muchos niños y grandes, fue mucho el sufrimiento».

«….Nosotros disparamos en el monte porque queríamos vivir. Ahí comíamos algarrobo y cualquier fruto de los árboles y tomábamos agua de los cardos…»

» ….Mi mama me contó que lo mataron a mi papá. No quiero ver que se repita. Duelen estas cosas. Cómo uno no va sentir la familia. Mi abuelo se llamó Francisco Grilo y mi mama Antonia Grilo…»

«….Nunca se habló de lo que pasó, recién ahora se habla… »

Para no olvidar
Unos 700 indígenas fueron víctimas de una masacre, donde que no se discriminó sexo ni edad. Asesinaron a hombres como mujeres, ancianos y niños sin piedad. Quienes no murieron por las balas policiales, fueron degollados con machetes y hachas. Hasta hace poco se pensaba que no había sobrevivientes de aquella historia.

A fines de octubre del 2008, el historiador y docente Juan Chico se reunió con Rosa Grillo y su familia en Colonia Aborigen, lugar donde antiguamente se encontraba Napalpí, para confirmar la gran noticia.

Se estima que la mujer de la comunidad qom, en la actualidad tiene entre 105 y 110 años. El hallazgo es clave para la causa judicial que se inició en 2014, dado que sería hasta el momento la única persona que puede testimoniar lo que vio.

Después de una serie de visitas y de varios encuentros con integrantes de la comunidad qom, Chico y los investigadores Arturo Blanco y Raquel Esquivel pudieron dar con la anciana que vive con su hija Florenciana y sus nietos, en el Lote 40. La falta de precisión sobre la edad de Rosa es porque fue anotada de grande. Su hija contó que la anciana siempre recuerda lo sucedido durante la masacre y que siendo niña pudo escapar junto a su madre Antonia.

Durante el encuentro, la familia contó que ella siempre recuerda la presencia del avión durante esos días de julio de 1924 y los caramelos que arrojaban como señuelo, hecho que quedó en su memoria porque era la primera vez que observaba una situación como esa.

Además contó que esa mañana cuando salieron a juntar los caramelos sintieron el estruendo y la gente empezó a caer herida, su mamá y tíos la tomaron y se la llevaron al monte y así fue como pudieron salvarse. Tuvieron que refugiarse durante varios días y noche sin alimentos, hasta que pudieron escaparse y refugiarse en Machagai.

Una represión sangrienta
(Extracto testimonial de archivo diario NORTE)
El motivo de la represión fue la negativa a ser mano de obra esclava, denunciar maltratos y, también, el ser indígena. Según escribe el periodista Darío Aranda de Página 12, la orden fue política; el motivo, económico (el avance algodonero y la necesidad de brazos para la cosecha), y los ejecutores fueron la policía y grandes terratenientes.

En 1922, el radical Marcelo T. de Alvear había reemplazado en la presidencia a Hipólito Yrigoyen. El Territorio Nacional del Chaco ya se perfilaba como el primer productor nacional de algodón. La superficie sembrada en Chaco era de 100 hectáreas en 1895. Para 1920 había crecido exponencialmente: 50 mil hectáreas.

La Reducción Aborigen de Napalpí (a 10 kilómetros de Resistencia) era un espacio de sometimiento donde los indígenas eran obligados a trabajar en condiciones de semiesclavitud. Los maltratos eran frecuentes y no tenían los mismos derechos que el resto de la población.

En julio de 1924, los indígenas qom y mocoví se declararon en huelga. Denunciaban los maltratos y la explotación de los terratenientes. Y planeaban marchar a los ingenios azucareros de Salta y Jujuy. Pero el gobernador Fernando Centeno les prohibió abandonar Chaco y, ante la persistencia indígena, ordenó la represión. El argumento oficial fue una supuesta ‘sublevación’ indígena.

El 19 de julio unos 130 policías y civiles (enviados por grandes estancieros) rodearon a los grupos en huelga y dispararon con rifles durante 45 minutos.

Un mes después de la matanza, el 29 de agosto, el exdirector de la reducción Enrique Lynch Arribálzaga escribió una carta al Congreso Nacional: «La matanza de indígenas continúa en Napalpí y sus alrededores. Parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presentes en la carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos».

La prensa de la época repitió el discurso del gobierno u omitió el hecho. Pero hubo excepciones. El periódico Heraldo del Norte denunció: «Sin que los inocentes indígenas realizaran un solo disparo, los atacantes hicieron repetidas descargas de disparos en medio del pánico de los indios, más mujeres y niños que hombres. Se produjo la más cobarde y feroz carnicería, degollando a los heridos sin respetar sexo ni edad». El corresponsal del diario La Razón escribió en julio de 1924: «Muchas hectáreas de tierra en flor están en poder de los pobres indios; quitarles esas tierras es la ilusión que muchos desean en secreto».

El sociólogo Marcelo Musante, de la Red de Investigadores en Genocidio y Política Indígena, se especializa en el proceso represivo de Chaco. Explica que Napalpí fue parte de un sistema de reducciones estatales implementado en Chaco y Formosa, suerte de campos de concentración para poblaciones originarias donde se ejercían acciones de control y dominación. «La discusión pública debe preguntarse por qué el funcionamiento estatal, cuando refiere a pueblos indígenas, promueve recurrentemente acciones represivas», expresa Musante.

Fuente: diarionorte.com

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