Política

Es pastora evangelista y lesbiana: “Mi cristianismo: el de la indecencia y el libertinaje”

6 de mayo

“Hay que descristianizar al cristianismo”; “Hay muchos cristianismos”; “El cristianismo no necesita ser salvado, necesita ser exterminado”; “El cristianismo es colonial y hay que despatriarcalizarlo” dice, como si arrojara lanzas calientes, Ana Ester, pastora evangelista brasilera, periodista y doctora en teología. Fue una de las participantes en la IX Conferencia de Ilga Lac, en La Paz Bolivia, encuentro que tuvo como lema, justamente, “Descolonizando nuestras luchas. Despatriarcalizando nuestros cuerpos”. Durante la conferencia se apuntó a los fundamentalismos religiosos y a la expansión de las iglesias evangelistas en América Latina como unos de los mayores peligros para las personas LGBTI+, por ser instituciones que utilizan la fe para traficar ideas antigénero y diversidad sexual, entre otros discursos antiderechos.

Esta activista y académica brasilera es una suerte de infiltrada en mundos que suelen estar separados: es pastora y es lesbiana. Suerte de intermediaria entre la fe y la teoría queer, Ana Ester es además la representante para América Latina de Global Interfaith Network, una organización mundial con base en Johannesburgo formada por activistas LGBTI+ de todas las religiones. Buscan incidir en sus iglesias y templos locales para eliminar las prácticas discriminatorias y violentas desde adentro.

«Me la paso saliendo del clóset»
“Yo me la paso saliendo del clóset. Como lesbiana en los espacios religiosos y como religiosa en el ambiente de la militancia. Sé que mi presencia puede gatillar emociones difíciles por el daño que han hecho las iglesias cristianas a las personas LGBT», dice Ana Ester. Y agrega: “Soy consciente que como cristiana formo parte de una estructura religiosa que sostiene el edificio patriarcal pero mi cristianismo es el de la indecencia y el libertinaje«.

No le fue fácil llegar a enunciarse así. Tenía 18 años y una crianza católica cuando empezó a asumirse lesbiana. En medio de su confusión acudió a una iglesia neopentescostal de su ciudad natal Belo Horizonte (sur de Brasil) llena de dudas y con la necesidad de un espacio de pertenencia. Pero la respuesta de su iglesia fue: ser lesbiana es un pecado. Sumida en la fe que le daba un refugio, se sometió a una “cura gay” (también conocidas como terapias de conversión) y al poco tiempo se asumió como “ex lesbiana”. Pero esa «cura», que la torturó y la hizo negarse a sí misma, duró hasta que se enamoró de una mujer.

– ¿Sentías que tenías que elegir?
– Sí, era una cosa u otra. Ahí abandoné la experiencia de la fe. Comencé a dudar sobre si creía o no en dios. Pero cuando me separé – y fue una ruptura muy dura- quise acercarme a la fe otra vez. Necesitaba volver. No encontraba cómo llegar, entonces elegí otro camino de retorno: el camino académico. Ya era comunicadora social e hice un curso de teología. Ahí en el curso conocí otras perspectivas de teología que me dejaban ser quien yo era. La teología de la liberación, la teología feminista y luego la teología queer. Ahi fui uniendo una cosa con otra. Luego hice un doctorado sobre Teología Queer y encontré una comunidad de fe inclusiva: la Metropolitan Comunity Church, fundada en EEUU. Allí percibí que había una posibilidad de ser también una líder religiosa y representar esa otra fe. Fue muy difícil porque yo no quería formar parte del sistema que nos expulsaba.

«Muchas personas LGBT sobrevivimos gracias a la religión»
– ¿Por qué ser pastora?
– Sentía que podía abrir espacios seguros para la comunidad en una iglesia inclusiva. Para mí el cristianismo no es uno, es en plural. En lugar de señalar homogeneidades es necesario disputar el sentido, cuestionarnos cómo llegamos a ser como somos y creer en lo que creemos. En nuestra iglesia evangélica progresista en Brasil buscamos ofrecer contranarrativas al fundamentalismo, espacios donde las personas puedan practicar su fe de manera ética, con valores. Porque muchas personas LGBT también sobrevivimos gracias al significado que nos da la religión, a veces es todo lo que tenemos, porque nos sacaron casi todo.


Ana Ester en la IX Conferencia de Ilga Lac en La Paz, Bolivia.

“El cristianismo es uno de los grandes pedagogos de género de América Latina”
De la teología de la liberación pasó a la teología feminista y de allí saltó a la teología queer, de la mano de la obra de la teóloga argentina Marcella Althaus-Reid, una teórica brillante que escandalizó a iglesias varias, fue muy poco conocida en su país de origen y falleció en 2009.

– ¿Qué quiere decir descristianizar a Cristo?
– La tesis que yo defiendo es que para despatriarcalizar la religión hay que descristianizar el cristianismo. Y para eso hay que disputar la figura y la persona de Cristo, sacándolo del trono y llevándolo a las periferias. Mi formación en teología de la liberación es muy fuerte y trabajé con comunidades eclesiásticas y pequeños grupos de formación popular. Así vamos transmitiendo las buenas nuevas del evangelio: básicamente amor incondicional para todas las personas. Para eso también hay que decolonizarlo. Sin duda el cristianismo es colonial. Una de sus fuerzas coloniales está en la regulacion de nuestras sexualidades, porque el cristianismo es uno de los grandes pedagogos de género de América Latina. Marcella Althaus-Reid hablaba de la religión como “sexo oral”. Ella decía: hay que oralizar las historias sexuales que fueron escondidas. Para ella la teología es sexual y muestra cómo la teología tradicional contribuyó a reafirmar las violencias contra las disidencias sexuales y de género.

– ¿Cómo conviven las iglesias evangélicas inclusivas con las demás iglesias?
– Hay muchas tradiciones evangelistas: las protestantes, las pentecostales, neopentecostales, y las católicas también tienen fundamentalismos. Por eso yo prefiero hablar de cristianismos y no cristianismo. A nuestra iglesia llegan personas que fueron enviadas por sus familias evangelistas a terapias de conversión, expulsadas de sus hogares. Nuestro trabajo es siempre un trabajo de paz y pensamos que el cristianismo tiene que ser un poder liberador y no de opresión. Entonces recibimos a quienes vienen de todas esas iglesias y les abrimos las puertas.

Fuente: Agencia Presentes.

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