Política

Argentina. Urkupiña, para vestir a la Virgen

21 de agosto

Hace treinta y ocho años se celebra en Córdoba la fiesta de Urkupiña, una advocación religiosa y popular en torno a la virgen que lleva ese nombre. Esta tradición tiene su origen en la ciudad de Quillacollo, a 15 kilómetros de Cochabamba, Bolivia, donde miles de personas se trasladan al Cerro de la Virgen y hacen promesas que mantienen durante tres años. Nuestra Señora de Urkupiña es considerada la Patrona de la Integración Nacional de Bolivia y es también una expresión del sincretismo entre la tradición católica y las culturas originarias.

En Córdoba, la «Fiesta de la Virgen de Urkupiña» se realiza al sur de la ciudad, en el barrio Villa El Libertador, el fin de semana siguiente al 15 de agosto y congrega a gran parte de la comunidad boliviana que asiste a esta celebración popular para cumplir una promesa «a la Mamita» o para realizarle alguna petición. Durante dos días, un lado de la circunvalación cordobesa se viste de rojo, verde y amarillo para acercarnos a la fe, la comida y los bailes del país hermano boliviano.

Con La tinta, fuimos al barrio para encontrarnos con algunas mujeres que participan de esta fiesta desde el año 1985. Nos cuentan que en los comienzos de Urkupiña había dos imágenes, “la Virgen Grande» y “la Virgen Chiquita». Una perteneciente a Domitila Zárate y Rosel Vargas, y la otra a Isidoro Aguilar y Alicia Flores de Aguilar. Aquel año se realizaron dos procesiones: la Virgen de la familia Vargas tuvo su homenaje en barrio Las Flores y la de la familia Aguilar, en Villa El Libertador. En 1986, decidieron unirlas y fueron llevadas en procesión, juntas por primera vez, a través de las calles de «la Villa».

Conversamos con Sonia Aguilar, hija de Alicia -cordobesa- y de Isidoro -oriundo de Cochabamba-, quien falleció durante la pandemia, lo que la motivó a buscar y restaurar fotografías de la primera fiesta. «Ellos fueron a visitar a la familia a Bolivia, subieron al Calvario (cerro Cota), trajeron una piedra y pidieron terminar la casa y cambiar el auto. Al año siguiente, fueron a devolver la piedra y en ese viaje trajeron la Virgen porque ya era el tercer año y no iban a poder volver, entonces le prometieron a la Mamita que iban a celebrar su fiesta en el barrio».

También visitamos a Domitila, oriunda de Sucre, Bolivia, quien llegó a Córdoba hace cincuenta y seis años «en busca de trabajo». Junto a su marido Rosel Vargas, conocido en el barrio como «don Rosi», organizaron durante todos estos años la celebración popular que el próximo fin de semana congregará a 43 agrupaciones que desfilarán por la Avenida de Mayo para cumplir sus promesas a la Virgen.

Domitila nos cuenta con nostalgia que, en sus inicios, tenían a la Virgen en un cuadrito y con ella empezaron a hacer la misa. El primer año se realizó en la parroquia de barrio Las Flores y, al año siguiente, en la de Villa El Libertador, donde continúan hasta hoy. También nos contó que fue su esposo quien trajo la imagen de la Virgen de Bolivia y, a partir de entonces, es la que precede la procesión por ser la más grande.

«Nosotros íbamos todos los años a Cochabamba a su fiesta y, cuando vinimos para acá, nos trajimos el cuadrito y seguimos con la tradición porque tenemos mucha fe. Yo buscaba para que bailen los caporales y les hacía la ropa, me amanecía cosiendo. Buscábamos a los chicos casa por casa para que bailen. Empezamos con pocos y después se empezaron a sumar más», recuerda.

La festividad de la Virgen de Urkupiña inicia con la Novena, nueve días de misa con el fin de pedir alguna intención o gracia especial. El primer día todas las familias que participarán de la fiesta se presentan con su imagen en la parroquia del barrio. El día antes de la procesión es la víspera y se cambia la vestimenta a las vírgenes. «La vestimenta, todos los años, la hacemos hacer en Bolivia. Los viernes a la noche es la víspera y cambiamos la ropa. Cada año, los pasantes cambian la ropa», cuenta Domitila. Por su parte, Sonia comenta que «la señora que me enseñaba a hacer los vestiditos de la Virgen cosía los trajes de los caporales».

El sábado, se realiza el «cambio de pasante», quienes tendrán la imagen de la Virgen durante ese año en su casa y elegirán a quienes la tendrán durante el año siguiente. Además, las fraternidades desfilan y bailan, que es la manera en la que le hacen promesas a la Virgen. Durante tres años, deben bailar por devoción.

La comisión organizadora invita este sábado a partir de las 9:30 h a la misa que dará inicio a la jornada, que se hará en la parroquia Nuestra Señora del Trabajo (Av. de Mayo 350, esquina Río Negro, frente a la plaza). Luego, habrá bailes típicos y puestos de comida boliviana. Y para continuar con el acto de la festividad, se podrá acompañar la salida de la Virgen, el cambio de pasantes, la procesión, la bendición de arcos y cargamentos, y el izamiento de las banderas de Argentina, Bolivia y la Wiphala.

Alan Vargas es hijo de Domitila y mientras conversamos, escucha atento. Dice: «Las diferentes agrupaciones vienen a la fiesta a cumplir una promesa que le hicieron a la Virgen o a pedirle por sus problemas personales. Los grupos bailan porque tienen fe, por eso bailan. Tenemos chicos que empezaron con nosotros a los cinco años. Hoy tienen cuarenta y siguen bailando».

La festividad de Urkupiña es esperada con mucho entusiasmo y devoción. Además, año a año, crece en concurrencia, lo que reafirma lo importante que es para mantener viva una parte vital de la cultura boliviana y la convivencia comunitaria argentino-boliviana, a la vez que también fortalece los lazos comunitarios desde el encuentro y la celebración.

«La Mamita de Urkupiña es la virgen integradora. Justamente, lo que hace aquí es integrar a toda la comunidad boliviana y también argentina», destaca Sonia. Domitila, por su parte, agrega: «Para mí, la fiesta es todo. Yo la espero todo el año, ya estoy grande, pero quiero seguir porque me gusta mucho lo que hemos hecho. Yo le digo a mis hijos que ya estoy grande, pero ellos tienen que continuar con la fiesta», cierra Domitila.

Fuente: Ana Medero y Carolina Cardone para La tinta.

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