20 de marzo
«Fracking seguro», fue el eslogan empresario al inicio de la explotación en Vaca Muerta. Del otro lado, pueblos originarios, asambleas socioambientales y académicos críticos alertaban respecto a los riesgos ambientales y sociales de la explotación petrolera. Los derrames y hechos de contaminación ya se cuentan por miles. Una prueba más la acaba de aportar una investigación científica que confirma lo temido: existe una relación directa entre la fractura hidráulica y los sismos. Entre 2017 y 2021 sucedieron 400 temblores en Vaca Muerta. El sábado 11 de marzo fue el último.
El pueblo de Sauzal Bonito está ubicado a 120 kilómetros de Neuquén capital y, en su subsuelo, está la formación hidrocarburífera Vaca Muerta. Jamás hubo casos de temblores de la tierra, ni en los registros oficiales ni en la memoria de los vecinos. Pero en 2017 todo comenzó a cambiar: un tarde vieron como las lámparas de las viviendas comenzaban a moverse de un lado al otro. Era un sismo. Algo que nunca habían vivido. A los pocos días, por la noche, hubo otro sismo, más fuerte. Era solo el comienzo. El 23 de enero de 2019 fue el récord: 30 temblores en un solo día.
Los vecinos y vecinas estaban seguros de dos hechos: que nunca había pasado algo similar en el pueblo. Y, lo segundo, que coincidía con la llegada de las petroleras y el fracking al lugar. El 7 de marzo se produjo el temblor más fuerte, magnitud 4,9 en la Escala Richter. El hecho ya no se podía ocultar, ni por los grandes medios de Neuquén ni por el poder político, aliados de las empresas petroleras.
«Evaluación de la deformación del suelo y la sismicidad en dos áreas de intensa producción de hidrocarburos en la Patagonia argentina», es el nombre de la publicación científica en la prestigiosa revista Nature Scientific Reports. En el trabajo se da cuenta de la directa relación entre la actividad petrolera y los terremotos. Está firmado por siete investigadores, de Argentina y España: Guillermo Tamburini Beliveau, Javier Grosso-Heredia, Marta Béjar Pizarro, Raúl Pérez-López, Juan Portela, Martín Cismondi-Duarte y Oriol Monserrat.
«La relación entre fracking y sismos es más que evidente, a esta altura, 2023, ya nadie la niega», afirma Javier Grosso, investigador de la Universidad del Comahue (UNCO) y, junto con Guillermo Tamburini Beliveau, impulsor del Observatorio de Sismicidad Inducida. Precisa que, hasta enero de 2023, registraron 400 sismos «inducidos por el fracking». 294 fueron ser georeferenciados con localización precisa (el resto se confirmaron por la ondas sísmicas pero –por su menor magnitud– no pudieron ser georeferenciados). De los 400 temblores, diez tuvieron una magnitud mayor a 4 en la Escala Richter.
Y hacen una distinción clave. La magnitud es la medición de la liberación de energía del movimiento de la roca, se trata de una medida física (cuantificada en números de Magnitud Local –ML– o Escala Richter). La intensidad es la percepción del terremoto que tiene la población. «Los sismos hasta ahora son de magnitudes bajas, aunque diez de ellos son de más de 4, las intensidades con las que se han percibido son altas, con roturas de vidrios y marcos de puertas, movimiento de las luces de las casas. Pero sobre todo algo muy importante, el temor por la imposibilidad de saber cuándo ocurrirá el próximo», remarca Javier Grosso. Y precisa que hubo casos de personas muy asustadas, niños llorando y pacientes cardíacos que debieron ser atendidos de urgencia. Cambió la cotidianidad del pueblo, para mal. Y cita a Andrés Folguera, director de la Asociación Geológica Argentina, quien advirtió que –dada las tendencias– es esperable un sismo de 6 en Vaca Muerta.
La publicación científica abarca el periodo entre 2017 y 2020. Se trata de catorce carillas repletas de datos técnicos, información del Instituto Nacional de Prevención Sísmica (Inpres), gráficos, imágenes de radar y estadísticas (tanto de sismicidad como de perforaciones petroleras) que dan cuenta de cómo a medida que avanzaba la explotación en Vaca Muerta se multiplicaban los temblores.
El terremoto del 7 de marzo de 2019 es un caso emblemática, y no solo por la magnitud (4,9). Los investigadores analizaron el hecho mediante imágenes de radar e identificaron una deformación superficial, que los llevó a la localización exacta del sismo y, al mismo tiempo, confirmaron qué empresa estaba haciendo fracking, qué volúmenes de inyección utilizaron (de agua, químicos y arena). Toda la información los llevó hasta la petrolera Tecpetrol (Grupo Techint), que estaba haciendo fracking a siete kilómetros. «Cruzamos volúmenes inyectado, cantidad de pozos, volumen de extracción. Todo ese análisis nos lleva a la evidencia de que hubo una alteración del equilibrio preexistente en el subsuelo, lo que genera la activación del sistema de fallas (del subsuelo), que generan estos movimientos bruscos y provoca lo que se denomina sismicidad inducida», explica Grosso.
Los sismos modificaron radicalmente la vida del lugar. No solo en las casas con grietas (incluso con viviendas que tuvieron que ser demolidas), sino que alteró la tranquilidad del lugar, muchas personas con miedo (que repercutió en mudanzas y hasta casos de familias que comenzaron a dormir en carpas por temor a la caída de techos).
En la zona de los sismos operan las empresas Tecpetrol (Grupo Techint), YPF, Chevron, Total, Vista, Shell, Sinopec, ExxonMobil, Pan American Energy, Petronas, Pluspetrol, Wintershall y Pampa Energía, entre otras. «Lo de fracking seguro fue una consigna publicitaria que hoy evidencia su falsedad. El fracking genera sismicidad y una gran cantidad de residuos que ya no pueden ser tratados. Los pasivos ambientales son cada vez mayores», afirma el investigador.
Sismicidad inducida y contaminación del agua
Desde el Observatorio de Sismicidad Inducida, encabezado por Guillermo Tamburini Beliveau y Javier Grosso, afirman que las empresas que se instalaron en Vaca Muerta ya sabían (previo al 2012) de la relación entre el fracking y los sismos, por su accionar en Estados Unidos y Canadá, donde acumulaban denuncias. La investigación publicada en Nature Scientific Reports también alerta sobre la «contaminación de aguas subterráneas que ya afecta a la población» (en Vaca Muerta) y también abordó la situación en el Golfo de San Jorge, donde detectó un sismo de 5 en la Escala Richter. «Ambos casos (Vaca Muerta y Golfo San Jorge) son ejemplos interesantes y diferentes donde se muestra claramente la correlación entre la sismicidad y las operaciones de hidrocarburos», asegura la investigación.
Fuente: Página 12.