Política

Argentina. Inflación: la vulneración del derecho a alimentarse

20 de abril

El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) informó que el índice de inflación del mes de marzo fue de 7,7%, número que preocupa a todo el oficialismo ante la impactante cifra acumulada de 21,7% en apenas tres meses.

Hace meses que la suba incesante de los precios impacta en la manera de alimentarnos, cambios de hábitos, modificaciones en las compras y selección de productos que influyen en la dieta. En 2022, se comenzó a hablar de “trabajadores pobres”, personas que, aun con trabajo formal y registrado, se encontraban por debajo de la línea de pobreza y no llegaban a fin de mes. Y si esta situación alcanza a trabajadores en relación de dependencia, por supuesto que afecta también a trabajadores informales e integrantes de los barrios populares, donde se empiezan a percibir las consecuencias más crudas de la inflación.

Según un relevamiento del Centro de Almaceneros y Comerciantes Minoristas de la Provincia de Córdoba, realizado a fines de 2022, se perciben modificaciones importantes en los hábitos de consumo de la población.

“Desde el 2014, comenzó un cambio que es de primeras marcas a segundas y terceras. Paulatinamente, en 2016 y 2017, se profundizó esta situación y se comenzó a advertir una modificación dentro de los alimentos nutricionales, es decir, un reemplazo de proteínas, carnes vacunas, pollo y cerdo por hidratos de carbono y productos más ‘llenadores’ como harinas, fideos, arroz y papa, que han incrementado su consumo en un 60% en el último año”, explicó Germán Romero, titular de la entidad, a La tinta.

En el mismo sentido, desde el Centro, advierten que las familias con menores recursos, o las que tienen menor cantidad de ingresos, comienzan a recortar ingestas, es decir, saltarse comidas. “Comenzaron por suprimir la más liviana, como desayuno o merienda, pero también se está dando que adultos de una familia no cenan en pos de que sus niños y niñas lo hagan. Obviamente que, en las familias en situación de mayor vulnerabilidad, estas ingestas se suprimen para todo el grupo familiar”, agregó Romero.


(Imagen: AP Foto/Natacha Pisarenko)

Ante este escenario, ¿cuál es la situación de los comedores en los barrios?

Jaqueline trabaja en el comedor La Soñada, ubicado en barrio Autódromo en Argüello, y nos cuenta cómo está la situación en los merenderos barriales. El espacio en el que trabaja funciona hace 10 años, conformado por un grupo de vecinas que comenzaron con apoyo escolar y juegos para después transformarse en un merendero donde reciben a 65 niños y niñas.

“Está siendo muy difícil. Poder hacerlo, poder sostenerlo. Muchas compañeras han acortado los días; si lo hacían todas las semanas, ahora eligen tres días a la semana. Del Estado, recibimos la Tarjeta Activa, que ahora aumentó a $15.000 por mes y que no se compra absolutamente nada con eso”, indicó la vecina.

Silvina es voluntaria en el comedor de Parque Las Rosas y afirma que allí también han tenido que duplicar las formas de conseguir fondos.

“El PAICor es al mediodía solamente, entonces, muchos espacios nos encargamos de la comida de la noche, para que el niño o el abuelo se vaya a dormir con algo en la panza. Nos cuesta seguir sosteniendo el día a día y sentimos que el Estado no nos reconoce todo ese trabajo que, en realidad, tendrían que estar haciendo ellos”, advierte Silvina, que también admite que tuvieron que multiplicar las raciones de comida luego de la pandemia y compensar la inflación salteando comidas.

Consultamos a la nutricionista Melisa Torres, para indagar sobre cómo puede afectar este cambio de hábitos a largo plazo: “La supresión de comidas es una estrategia alimentaria que pasa siempre en momentos de crisis. Se empiezan a elegir alimentos que sean más llenadores. Por un lado, esto tiene efectos físicos o nutricionales. Hay una deficiencia de nutrientes que puede afectar al desarrollo de la niñez y, en los adultos, puede disminuir la calidad de vida, con la aparición de enfermedades crónicas que generalmente están asociadas a factores sociales, como la diabetes, la hipertensión, las cardiopatías”.

Y agrega: “Y, por otro lado, esto repercute en la dignidad de poder elegir nuestros alimentos. No poder hacerlo y solo mirar el precio de los productos también genera un malestar”.

La posibilidad de elegir nuestros qué comer y cuándo, y no solo comer para ir a descansar con la panza llena, como señalaba Silvina, es un derecho básico que está siendo vulnerado. “Antes nos podíamos dar ‘el lujo’ de hacer comidas extravagantes, como bife a la criolla o milanesas con puré, por ejemplo. Pero tuvimos que dejar de hacerlo, ya no podemos”, expone la trabajadora del comedor de Parque Las Rosas.

El derecho al alimento es agredido de diferentes formas, en la calidad de alimentos que consumimos, como así también en el acceso a los mismos.

El principal factor es la inflación, pero las trabajadoras de los comedores advierten también que no hay respuesta estatal para garantizar la correcta alimentación. Así como desde el Centro de Almaceneros apuntan contra el Estado por no hacer llegar el Programa Precios Justos a los comercios de proximidad, las vecinas coinciden en la insuficiencia de los planes y programas sociales ante el aumento de la demanda de alimentos.

Fuente: Mauricio Díaz Mansilla para La tinta / Imagen de portada: A/D.

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