Política

Argentina. El precio de los alimentos, la economía social y acciones concretas para que todos puedan comer

28 de marzo

Con una inflación mensual del 6,6 por ciento (febrero pasado) y un acumulado interanual del 102,5, el rubro con mayores subas fue el de «alimentos y bebidas no alcohólicas», con un 9,8 por ciento. Mientras comer es cada vez más caro y difícil en Argentina, desde la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT) informaron que en febrero tuvieron un aumento del cero por ciento en sus almacenes. “Es necesario impulsar estrategias para que el alimento deje de ser un objeto de especulación para los grupos concentrados. Por esto llevamos adelante la paritaria de precios entre la comercializadora y las familias productoras, para poder sostener los precios”, explica Josefina Galán, responsable del área de Comercialización de la organización.

Desde la economía social y popular se advierte desde hace tiempo sobre la necesidad de acortar los mecanismos de distribución de los alimentos en el mercado interno. Así lo explica Julio Gambina en un artículo de reciente publicación en Tierra Viva: “Un problema central está en la intermediación. Es necesario organizar la articulación entre esa masa de productores y distribuidores al menudeo, acercando la producción al consumo”. Propone establecer vínculos comunitarios, cooperativos y de autogestión para acercar los productos desde el campo a las mesas.

Por su parte, el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO) publicó en enero pasado un informe en el que compara los precios de los supermercados con los de las cadenas comerciales de la economía solidaria, social y popular. El mismo concluye que entre agosto y diciembre de 2022 resultó más conveniente comprar en almacenes comunitarios que en supermercados. Y cuantificó el ahorro total del período en 13.485 pesos.

El estudio señala que, en el segmento temporal analizado, los espacios de la economía social y solidaria tuvieron un incremento intermensual del cinco por ciento, mientras que en las grandes cadenas de distribución fue del seis. En los almacenes, la canasta de alimentos muy acotada costaba en promedio 18.530 pesos y terminó cerrando el año en 24.058: un 29 por ciento de aumento. Por el lado de los supermercados el incremento fue mayor: de 20.542 pasó a 27.076 desde agosto a diciembre, un 31 por ciento. El sondeo se realizó en la Ciudad de Buenos Aires y su área metropolitana y los productos relevados fueron aceite mezcla, manteca, azúcar, vino, huevos, arroz, fideos, harina, lentejas, pan, frutas y verduras, carnes, lácteos, café y té, entre otros.

Una paritaria entre la producción y la comercialización
Para Josefina Galán es imposible leer los números de la inflación de febrero sin tener en cuenta el impacto de la sequía en los territorios donde se siembran los alimentos. Pero agrega: “Hay una cuestión estructural en nuestro país, que es la falta de planificación de la producción y de la distribución de los alimentos, de manera tal que se pueda regular los precios del mercado”. En el marco de una política nacional, la UTT avanza hace tiempo en una forma alternativa para congelar los precios en sus almacenes: hacer paritarias periódicas entre quienes siembran y cultivan y entre quienes venden.

Las asambleas paritarias se realizan al inicio de cada temporada, cada cuatro meses. La última fue el viernes pasado.

—¿Qué hacen en esa asamblea?

—Nos reunimos todos los compañeros y compañeras y trabajamos sobre lo que queremos y tenemos que cobrar por nuestra producción, por nuestro trabajo. En esa valoración incorporamos cuánto gastamos en los plantines, en las semillas, en los insumos. También cuánto vale nuestra hora de trabajo: el tiempo que estamos al rayo del sol, en el surco, carpiendo, cuidando, regando, cosechando, embalando y enviando los paquetes a la comercialización. En ese proceso también valorizamos que al productor o productora le quede una ganancia para que pueda reinvertir y crecer. A partir de esos números establecemos el precio que vamos a sostener durante cuatro meses, que es lo que dura la temporada. Eso hace que los precios que teníamos en diciembre del 2022 a hoy sigan siendo los mismos.

Este proceso, que la UTT lleva adelante desde 2018, no solo incide en paliar la inflación sino en acortar la cadena de comercialización. Los alimentos van de forma directa del productor al consumidor. “No hay intermediarios que intervengan con un proceso de especulación y que hace que en un comercio convencional la comida aumente hasta tres veces su valor. A eso lo salteamos porque no tenemos intermediación, somos nosotros quienes abastecemos”, dice la productora. Subraya, además, que ese mecanismo no sería posible si fueran empresarios y entendieran al alimento como una mercancía. “Al contrario, entendemos que el alimento es un derecho para todas las personas. Por ese compromiso hacemos los mayores esfuerzos para garantizar que no haya grandes impactos en el bolsillo y que los vecinos y vecinas puedan tener su plato de comida”, afirma.

El proceso de precio/pago justo contempla, además de a las familias productoras, a quienes participan del esquema de comercialización de la UTT. Por un lado, en la paritaria se incluyen los gastos de logística y de servicios de los almacenes. Por el otro, el mecanismo da una respuesta a los trabajadores y trabajadoras de la tierra que día a día tenían que pelear el precio de sus frutas o verduras con el camionero que venía a buscarlas para llevarlas al mercado. “Muchas veces con lo que se les pagaba no llegaban siquiera a cubrir los costos de lo que habían invertido en esa producción. Con ese punto de vista y con la visión de fortalecer la propuesta de la producción agroecológica, iniciamos esta propuesta de comercialización”, explica Galán.

Remarca la necesidad de una política nacional de planificación de la producción y la distribución para morigerar la inflación del precio de los alimentos: “No puede ser que en un país que produce tantas hectáreas y hectáreas de alimentos, haya gente que no tenga comida”. Y pone como ejemplo el tomate: “Ahora se está vendiendo el tomate del cordón hortícola platense, cuando esté terminando la temporada y hasta que inicie la del tomate en Jujuy, tenemos un bache. Ahí el precio se dispara. En esos momentos necesitamos que haya otros tomates en oferta, para que el precio no suba”.

“También es necesario repensar la distribución porque en los grandes centros urbanos, donde contamos con cordones hortícolas en las cercanías, tenemos facilidad en el acceso a los alimentos ya que son más económicos. Pero cuando nos empezamos a alejar de esos centros urbanos, vemos que esos precios aumentan”, cuestiona.

Fuente: agenciatierraviva.com.ar

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